Este
aparatito (porque llamarle tomavistas me parece muy anticuado), filmadora, grabadora,
videocámara o como se lo quiera denominar ha revolucionado el mundo de la
imagen en movimiento, especialmente en el deporte, y en lo que a nosotros
respecta, del surf.
Durante
muchos años la esclavitud de las filmadoras a la película química (lo mismo que
la fotografía) nos limitaba enormemente las posibilidades de toma de imágenes y
posterior edición (que entonces se llamaba montaje) al escoger los mejores
planos con una visionadora, aparato en el que veías lo filmado en
cada rollo sin necesidad de proyectarlo que, luego, escogidos los trozos que te
interesaban, había que unir con una maquinita especial. Yo fui, en mi época de
juventud más temprana, aficionado a lo que entonces se denominaba cine amater. Realizábamos
películas con una duración normal de 10 a 20 minutos, por decir algo, ya que podían
ser más largas si la película era muy interesante, sin riesgo de matar de
aburrimiento al personal, ya que producir algo más largo, interesante, era muy
difícil y caro, carísimo, por la cinta de película que tenías que desechar al
escoger los mejores planos, como sucede en el cine profesional, tal como ahora
también se hace, con la diferencia de que los minutos extra de filmación digital no
cuestan nada más que el esfuerzo de filmarlos.
Porque
rodar unas escenas tenía el inconveniente de que cada rollo con el que cargabas
la cámara (lo que por cierto era complicado hacer con luz de día ya que se te
podía velar la película) duraba apenas cuatro minutos y costaba un dineral,
aparte de que, una vez filmado, tenías que mandar el rollo a Madrid para que lo
revelasen y te lo devolviesen, lo que tardaba unos quince días.
Cuento
todo esto porque la evolución que ha supuesto el paso a la imagen analógica,
primero, y más tarde, hace unos diez años, a la digital, ha revolucionado las
facilidades para grabar imágenes. Ya sin hablar de las posibilidades lumínicas,
de enfoque y de sonido de las nuevas cámaras. Ningún problema con el
movimiento, ninguna restricción. Las cámaras antiguas realmente lo que hacían
eran 24 imágenes estáticas cada segundo. La grabación en una memoria digital ha
hecho desaparecer esa limitación. Conseguir ni de lejos la calidad que cualquier
cámara consigue hoy en día automáticamente, sin que te preocupes para nada del
tema, antes suponía, primero, contar con un equipo carísimo, pero aun así era
indispensable tener una formación técnica importante. Ya no hablemos, que ese
es otro mundo, que las cámaras de ahora sean totalmente estancas.
Algo muy importante, aunque ahora nos parezca de lo más natural, es obtener el
sonido directo con un sistema que se pueda meter en el agua. Otro avance increíble.
¿Qué se hacía antiguamente? Si os lo cuento con detalle os puede dar la risa.
Lo voy a explicar rápido. Se mandaba de nuevo la película -ya acabado su montaje- a un laboratorio que
pegaba una minúscula banda magnética en la cinta, a la que luego se podía incorporar
el sonido escogido por nosotros, grabándolo en un proyector sonoro. Días y días de trabajo.
Otro de
los avances lo representan las nuevas baterías, minúsculas. Antes la energía la
proveían las clásicas pilas, que cuando aparecieron las alcalinas ya fue la
leche.
La
cámara que ha logrado unas prestaciones de tal calibre ya la conocéis, se llama
Go Pro.
Para
mí, lo más fantástico de estas cámaras es que nos permiten vivir casi las
mismas emociones que el deportista que las está filmando. Y eso es uno de los
propósitos del cine: trasladarte al escenario, empaparte de la acción y
emocionarte como si vivieras lo que estás contemplando. Correr un tubo
disfrutando de las mismas imágenes que el surfista que lo hace en vivo y en
directo, es todo un éxito de la técnica.
Os he bajado un vídeo publicitario de la
propia Go Pro que es bastante espectacular. No os olvidéis de poner el sonido
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